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La espiritualidad no es un proceso lineal, así que no te rindas si sientes que un día no actúas como «una persona espiritual debería hacerlo». No te exijas demasiado ni busques hacerlo todo de manera perfecta. Ponte metas reales: la constancia siempre es la clave.
Es como ir al gimnasio: no vas a obtener el cuerpo que quieres con un solo día de ejercicio, necesitas ser constante para lograr tus metas. La espiritualidad es un ejercicio diario en el que, poco a poco, vas fortaleciendo el músculo. Así mismo, vas construyendo hábitos y, cuando menos lo esperes, será algo natural en ti. Ya no lo verás como un esfuerzo que debes hacer, sino como algo que surge por inercia. De pronto, dejas de sobrepensar como antes, sientes que vives más en el presente, ya no reaccionas a las adversidades de la misma manera y te haces consciente de que, paso a paso, has ido sanando e integrando la espiritualidad en tu vida.
Ser espiritual no significa meditar cinco horas seguidas todos los días, estar en calma todo el tiempo o mudarte a un templo budista deshaciéndote de todas tus pertenencias. Tampoco implica negar o rechazar emociones como el miedo, la angustia, la rabia o la tristeza. No existen emociones buenas o malas, simplemente son, y todas son transitorias. En lugar de juzgarlas, es mejor aceptarlas y abrazarlas con comprensión.
Más que un ideal inalcanzable, la espiritualidad es algo que puedes integrar en tu vida diaria. Es escuchar un podcast sobre el tema mientras vas al trabajo. Es agradecer y ser consciente de todas las cosas buenas que te rodean: desde lo más básico, como la comida, la ducha, el oxígeno, hasta un paisaje hermoso que observas. Es meditar cinco minutos en tu hora de descanso. Es practicar la compasión y la bondad, pero también aprender a establecer límites. Es cuidar tu energía y buscar la evolución constante.
No es algo que se aprende ni se integra de la noche a la mañana. Es vivir con mayor conciencia.
No compares tu proceso con el de los demás; cada persona es diferente. Es normal enojarse, entristecerse o angustiarse, y no debemos sentirnos menos espirituales por ello. Somos humanos, y no tiene sentido desgastarnos buscando la perfección.
Abrázate, acéptate y agradécete por haberte llevado hasta donde estás.
Eres un ser maravillosa.